Caminé hacia las escaleras, pero una voz que provenía de el comedor, me detuvo. -¡Niña! ¿Todabía sigues con esos adornos en la cara? No puedo creer que tus padres te dejarán llevar eso por la calle. A saber con que clase de gente andabas-.-Es mi cuerpo, y hago lo que quiero con él-.-No me repliques. Sube y ordena la maleta. La cena es a las 8:30-.
No tenía ganas de discutir, así que volví a las escaleras, y subí al que sería mi cuarto. Estaba al fondo del pasillo, y no era más que un cuadrado con una cama, un armario, una mesa y una silla. Puse mi maleta en la cama y la abrí. Saqué toda la ropa, y la metí en el armario sin ningún tipo de orden. Después saqué mis propias sábanas, de rosas negras estampadas en un fondo blanco. Mis zapatos los puse en el zapatero que había al lado de el armario. Después, saqué la caja con todos mis libros, y la puse bajo el escritorio. El resto de cosas de la maleta, incluyendo a esta, las puse debajo de la cama. El bolso que llevaba colgado tenía mi móvil, mis cascos, mi cámara, y las cosas importantes. El portátil iba con los libros, así que lo saqué de la caja, y le coloqué encima del escritorio. Una vez instalada, bajé otra vez para reunirme con mis tíos, y mantener una odiosa conversación, para aclarar mis dudas para el resto de tiempo que estaría en esa casa, con esas personas a las que odiaba.
-La cena está lista. Jovencita, pon la mesa.
-Ahora.
-No digas "Ahora" con ese tono. Muestra más respeto.
-Es mi tono de voz.
-No sé como te pudieron aguantar tus padres. Aunque bueno, con lo irresponsables que eran, no me extraña nada.
-¡No hables así de mis padres, y menos cuando ya no volverán! ¡Eran una grandes personas, y no como vosotros, un matrimonio despechado, que sigue viviendo en los años cincuenta, y despreciáis a todo el mundo, porque son buenas personas!
-No me hables así en mi casa, al menos hemos tenido la decenc...
-Beth, déjala. Escúchame bien niña, bajo mi techo, seguirás mis normas. No le vuelvas a faltar el respeto a tu tía o...
-¡O qué!
Me dí la vuelta hecha una furia, y volví a mi pequeño cuarto, dejando claro con un portazo que no quería más visitas. Creo que no entendéis muy bien todo, así que empiezo por el principio.
Tengo 17 años, y me llamo Leigh. Vivía en Nueva York, hasta que mis padres, dos grandes personas, murieron en un trágico accidente de tráfico. Cómo no tenía más familia cerca, tuve que mudarme con mis despreciables tíos de Míchigan, a los que sólo ví una vez hace años por acción de gracias, y el recuerdo que tenía de ellos, era cómo nos trataron como a apestosos.
Me tumbo en la cama con mis cascos, y pongo música, para relajarme. Desde mi posición, dirigí la mirada a través de la ventana, y observé los tejados de las otras casas, que comenzaban a ponerse blancos.
No tenía ganas de discutir, así que volví a las escaleras, y subí al que sería mi cuarto. Estaba al fondo del pasillo, y no era más que un cuadrado con una cama, un armario, una mesa y una silla. Puse mi maleta en la cama y la abrí. Saqué toda la ropa, y la metí en el armario sin ningún tipo de orden. Después saqué mis propias sábanas, de rosas negras estampadas en un fondo blanco. Mis zapatos los puse en el zapatero que había al lado de el armario. Después, saqué la caja con todos mis libros, y la puse bajo el escritorio. El resto de cosas de la maleta, incluyendo a esta, las puse debajo de la cama. El bolso que llevaba colgado tenía mi móvil, mis cascos, mi cámara, y las cosas importantes. El portátil iba con los libros, así que lo saqué de la caja, y le coloqué encima del escritorio. Una vez instalada, bajé otra vez para reunirme con mis tíos, y mantener una odiosa conversación, para aclarar mis dudas para el resto de tiempo que estaría en esa casa, con esas personas a las que odiaba.
-La cena está lista. Jovencita, pon la mesa.
-Ahora.
-No digas "Ahora" con ese tono. Muestra más respeto.
-Es mi tono de voz.
-No sé como te pudieron aguantar tus padres. Aunque bueno, con lo irresponsables que eran, no me extraña nada.
-¡No hables así de mis padres, y menos cuando ya no volverán! ¡Eran una grandes personas, y no como vosotros, un matrimonio despechado, que sigue viviendo en los años cincuenta, y despreciáis a todo el mundo, porque son buenas personas!
-No me hables así en mi casa, al menos hemos tenido la decenc...
-Beth, déjala. Escúchame bien niña, bajo mi techo, seguirás mis normas. No le vuelvas a faltar el respeto a tu tía o...
-¡O qué!
Me dí la vuelta hecha una furia, y volví a mi pequeño cuarto, dejando claro con un portazo que no quería más visitas. Creo que no entendéis muy bien todo, así que empiezo por el principio.
Tengo 17 años, y me llamo Leigh. Vivía en Nueva York, hasta que mis padres, dos grandes personas, murieron en un trágico accidente de tráfico. Cómo no tenía más familia cerca, tuve que mudarme con mis despreciables tíos de Míchigan, a los que sólo ví una vez hace años por acción de gracias, y el recuerdo que tenía de ellos, era cómo nos trataron como a apestosos.
Me tumbo en la cama con mis cascos, y pongo música, para relajarme. Desde mi posición, dirigí la mirada a través de la ventana, y observé los tejados de las otras casas, que comenzaban a ponerse blancos.
